En un momento en el que todo el mundo “vende” algo —una marca, una idea, su propia imagen— reconocer que me dedico al marketing digital parece casi un cliché. Pero la verdad es mucho más incómoda: elegí esta profesión porque es uno de los pocos lugares donde se puede influir en cómo pensamos, cómo decidimos y qué consideramos valioso. Lo admito sin rodeos: el marketing no solo impulsa negocios… También modela sociedades.
Y sí, esa afirmación es tan poderosa como peligrosa.
El marketing digital como arma democratizadora… Cuando se usa con criterio
Dirijo Digital Momentum porque creo profundamente en la capacidad del marketing para democratizar oportunidades. Una pequeña empresa puede competir hoy con un gigante si sabe posicionarse, comunicar y conectar.
Para muchas pymes, nuestro trabajo es la diferencia entre sobrevivir en silencio o tener presencia real en un mercado hipercompetitivo.
Pero esta visión “romántica” solo es verdad si el marketing se ejerce con responsabilidad. De lo contrario, lo que democratiza también puede distorsionar.
La parte que nadie quiere admitir: el marketing también manipula
1. El uso de datos: ¿conocimiento o invasión?
Trabajamos con datos. Muchos datos. Perfiles, hábitos, emociones, comportamientos… y la línea entre segmentar y vulnerar la privacidad es más fina de lo que la mayoría admite.
El marketing digital puede empoderar, sí, pero también puede explotar debilidades humanas, influir en decisiones irracionales y convertir al usuario en un producto más.
2. La economía de la atención: un recurso agotado
Somos parte de la industria que compite de forma agresiva por segundos de atención. ¿A qué precio?
Notificaciones, anuncios, impactos constantes que moldean necesidades que no existían hace cinco minutos. Lo que antes era información, ahora es saturación; lo que antes era elección, ahora es estímulo condicionado.
3. La desigualdad entre gigantes y pequeños
Aunque trabajamos precisamente para dar voz a las pymes, el terreno de juego es injusto por naturaleza:
las grandes marcas compran datos, algoritmos y posiciones dominantes, mientras las pequeñas pelean por un espacio diminuto de visibilidad. Quien diga que Internet es igual para todos, miente.
Entonces… ¿Por qué sigo aquí? Porque también creo en el cambio desde dentro
Me dedico al marketing digital porque, pese a su lado oscuro, sigue siendo una de las herramientas más potentes para transformar ideas en realidades.
Y porque creo que es necesario que existan profesionales que no vean a las personas como métricas, sino como usuarios con derechos y límites que deben respetarse. Dirigir Digital Momentum no es solo liderar campañas, estrategias o proyectos.
Es demostrar que se puede hacer marketing sin trampas, sin manipulación disfrazada de creatividad, y sin excusas de “esto es lo que pide el mercado”.
El debate urgente que deberíamos tener (y que muchos evitan)
¿Cuántos datos son demasiados datos?
¿Hasta qué punto es ético influir en emociones para vender?
¿Quién regula realmente el poder de las grandes plataformas?
¿Estamos formando usuarios conscientes o consumidores automatizados?
El marketing digital está redefiniendo comportamientos, expectativas y hasta identidades. Fingir que esto no tiene consecuencias es una irresponsabilidad.
Mi conclusión: me dedico al marketing digital porque es un campo donde importa cómo eliges jugar
Las agencias podemos ser parte del problema o parte de la solución. Con digital momentum he elegido lo segundo, aun sabiendo que implica nadar a contracorriente. Hago marketing porque creo en su potencial transformador.
Porque creo en las empresas pequeñas y medianas que merecen ser escuchadas. Porque creo en una comunicación que construye, no que manipula.
Y, sobre todo, porque alguien tiene que abrir el debate que demasiados prefieren evitar.
